Dra. Pilar Rojas

Psicoanalista
Médico especialista en Reumatología
Medicina de Familia y Enfermedades Psicosomáticas

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Listado Artículos Blog - Psicoanálisis - Terapia Alcalá de Henares y Madrid
Viernes, 27 Mayo 2016 21:42

La sexualidad del siglo XXI (I)

Estamos en el siglo XXI, es un dato cronológico. Ha habido grandes progresos a lo largo de la historia, hemos alcanzado la luna, hemos llegado a Marte, pero los humanos, el hombre, la mujer ¿han llegado al siglo XXI? A lo largo de la historia ha progresado el objeto técnico pero ¿ha progresado el hombre o el hombre ama y odia como hace cuatro mil años?

Hablar de la sexualidad del siglo XXI, sería por una parte plantear cual es la sexualidad actual, cómo se piensa, cuáles son sus determinantes, en qué pensamiento se sostiene, porque vivimos según los libros escritos, según los pensamientos producidos. Y por otra parte cual sería o podría ser la sexualidad de un hombre, una mujer del siglo XXI, de acuerdo con estos pensamientos.

Y aquí tropezamos con un primer obstáculo: La sexualidad humana es confundida, siempre, incluso por médicos, por científicos y por casi todos los intelectuales, con la genitalidad animal. Y animal porque tiene que ver con la reproducción de la especie. Pero los humanos somos hablantes y por eso deseantes, lo que tergiversa toda la cuestión.
No nacemos sabiendo, para el hombre todo se construye en y con el lenguaje, ni siquiera sabemos cómo desenvolvernos en la relación sexual, algo que para los animales es instintivo. Con respecto a esto hay un relato griego, Dafnis y Cloe, que nos muestra cómo los humanos no nacemos sabiendo amar, es algo que se aprende. En este relato los jóvenes chicos: Dafnis él y Cloe ella, se casan y duermen juntos, pero noche tras noche no sucede nada entre ellos; un día una anciana le explica al joven lo que ha de hacer con su esposa. Ninguno de los dos sabía. Ninguno de nosotros lo sabía, todos lo hemos aprendido en el lenguaje. Nada es instintivo en el hombre, ni siquiera lo que parece más instintivo: la genitalidad.

La sexualidad sostiene nuestro cuerpo y sus tendencias, sean del tipo que sean. Pero esa misma sexualidad también es la que sostiene y conduce el arte, el trabajo, la política, la investigación científica, las relaciones sociales, la vida en general. Podríamos decir, desde el Psicoanálisis, un pensamiento que inaugura el siglo XX y que piensa la sexualidad humana, que esta es una sexualidad amplia, casi sin límites. Incluye la reproducción pero también la producción, la creación en general, es decir, todo lo relacionado con la sublimación.

Segundo obstáculo, cómo pensamos la sublimación. Y aquí nos sale al paso la moral que rige la vida cotidiana, la que anida en nuestros corazones y determina nuestros actos, que no es otra que la moral victoriana que impone una represión de las relaciones genitales bajo el pensamiento de que es con la energía genital con la que se sublima, reprimiendo esa energía se facilita el conocimiento y el arte. Sin embargo el psicoanálisis nos viene a decir que no se sublima con la energía genital sino con la libido narcisista, aquella que se retira de los objetos. Pero seguimos pensando como hace dos siglos y creemos que una vida austera facilita las cosas, cuando lo que realmente impone es una doble moral: las relaciones sexuales sólo están permitidas, sólo están bien vistas dentro de los márgenes establecidos como legales, en las relaciones estables y si me apuran dentro del matrimonio.

Frente a la imposibilidad de cumplir “humanamente” con las exigencias de esta moral, el hombre genera una doble moral: él puede lo que ella no puede. Las relaciones fuera del ámbito establecido están permitidas para el hombre y prohibidas para la mujer. Y esto que nos puede parecer algo del pasado sigue vigente, el hombre sigue siendo un conquistador y la mujer una casquivana.

Algo que no sólo se juega en la realidad, en el acto, sino también en el pensamiento, la mujer se siente perdida por los sentimientos sexuales que como humana tiene. Bajo esta moral tiene tres posibilidades: infiel, insatisfecha o neurótica (es decir, tiene síntomas diversos). Para escaparse de ese destino tendría que ser amoral, esto es, no estar bajo la égida de la moral victoriana.

Pero además si se reprime la sexualidad, se reprime el pensamiento, algo que en el caso de la mujer incide sobre la represión que históricamente pesa sobre ella. Porque a lo largo de la historia a la mujer se le ha reprimido la sexualidad, se le ha prohibido pensar o hablar de sexo, tener fantasías sexuales y más aún hablar de ellas.

 

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En los últimos años la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, hasta tal punto que la OMS la considera la gran pandemia del siglo XXI. Considerada hoy en día una enfermedad en sí misma, también aumenta el riesgo de padecer múltiples enfermedades y acorta la esperanza de vida de quien la padece.

Habitualmente se considera que la obesidad o el sobrepeso son cuestiones exclusivamente físicas: si se ingieren más calorías de las que se consumen, se engorda.
Es cierto que hay que descartar cuestiones orgánicas, problemas médicos que lleven a engordar, como el hipotiroidismo, por ejemplo, que dificulta la pérdida de peso, a pesar de ingerir escasas cantidades de comida. También se conocen ciertas alteraciones enzimáticas (déficit de proteínas desacoplantes) que dificultan la pérdida de peso y que se pueden mejorar con una correcta administración de complementos nutricionales y así facilitar el adelgazamiento.

Estas son cuestiones biológicas. Pero en ocasiones, el aspecto emocional es determinante. No solo se deben cambiar los hábitos, adaptarse y aprender a comer sano, sino que hay que tomar en cuenta estos poderosos factores que, en ocasiones, se interponen a la consecución del objetivo: conseguir un peso sano.

El ser humano entiende lo que debe comer - hay información suficiente en múltiples soportes y plataformas, a veces tanta que genera ruido -, pero hay muy poca que señale las raíces de los fracasos.

Muchas de las personas que llegan a las consultas médicas son hombres y mujeres que han realizado múltiples dietas pero no han conseguido adelgazar o, aunque inicialmente hayan perdido peso, les ha sido imposible mantenerse en un peso saludable, volviendo a engordar. Según un estudio de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) un 82% de las personas que realizan una dieta fracasan. Descartados los trastornos orgánicos, tendríamos que poder examinar los condicionantes psicológicos que pueden intervenir en su tendencia al sobrepeso, la relación que tienen con la comida.

Son muchas las cuestiones psíquicas que pueden relacionarse con estos fracasos, generalmente inconscientes. Por citar una de las más frecuentes, la ansiedad o angustia, personas que utilizan la comida como si fuera un ansiolítico, comen para calmar la ansiedad.

Pero también la existencia de fantasías inconscientes puede estar actuando como obstáculo para obtener un peso sano. A veces subyace un miedo a morir de hambre, aunque uno tenga reservas suficientes para estar una semana sin comer. Se come por ese temor a morir de hambre, que es un temor inconsciente que solo se puede detectar en un proceso de terapia analítica.

Problemas con la percepción de la imagen corporal, prejuicios sociales o culturales, depresión, pueden ser causa de los fracaso, incluso algunas que nos pueden parecer tan sorprendentes como problemáticas afectivas o amorosas que se están expresando en la esfera alimentaria. Y todo ello de manera inconsciente.

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¿Qué beneficios puede aportar la terapia psicoanalítica a aquellas personas que tienen una enfermedad orgánica grave, una enfermedad en el cuerpo, como el cáncer o las enfermedades autoinmunes?

Aunque, si fuéramos menos estrictos, podríamos considerar que cualquier enfermedad que interfiera en el desarrollo normal de la vida cotidiana sería una enfermedad grave, porque aunque no ponga en peligro la vida sí que la mutila de una manera importante. Por ejemplo una persona que sufre de jaquecas o migrañas y que cada tanto tiene que interrumpir sus actividades cotidianas asaltada por un fuerte dolor de cabeza que se acompaña de intensos vómitos, malestar general, etc. y que le obliga, en muchas ocasiones, a encamarse, podría considerarse grave.

En todas ellas hay factores emocionales en juego que pueden ser determinantes de la evolución, por lo que una terapia psicoanalítica puede mejorar de manera drástica el proceso.

Tomemos como ejemplo el cáncer. A nadie le extraña que en una persona diagnosticada de cáncer se produzca una depresión, lo que se conoce como depresión reactiva. Clásicamente la medicina consideraba que esa era la secuencia, primero el cáncer y secundariamente la depresión. Pero ya desde hace más de 30 años se viene investigando en el sentido inverso: el cáncer se desarrollaría en una persona deprimida. Son muchos los trabajos que siguen esta línea de investigación, tanto es así que la OMS (Organización Mundial de la Salud) en el año 2005 en uno de sus comunicados advierte de la participación de la depresión en la producción de un número importante de enfermedades orgánicas, entre ellas el cáncer.

Y esto que nos puede parecer extraño tiene una base biológica. Una de las funciones del Sistema Inmunológico, aquél que nos protege frente a sustancias extrañas, es la Inmunovigilancia que consiste en descubrir y destruir las células que han sufrido una mutación espontánea en el proceso normal de división celular. Por otra parte, se ha visto que en pacientes deprimidos también existe una “inmunodepresión”, es decir que su sistema inmunológico no funcionaria correctamente y sería incapaz de destruir esas células mutadas.

Como vemos el ser humano es un todo, por lo que a la hora de abordar el tratamiento de una enfermedad habría que incluir no solo los factores físicos, sino también los aspectos psíquicos, emocionales, que en ocasiones son primordiales y que se interponen a la consecución del objetivo: la curación.

Aquí es donde la terapia psicoanalítica juega un papel determinante, porque la depresión se produce siempre frente a una pérdida, que es la mayoría de las veces inconsciente, algo de lo que solo el psicoanálisis da cuenta, en tanto es la ciencia del inconsciente. Esta pérdida puede ser la de un ser querido si produce un duelo mal elaborado que dure más de 6 meses, o bien la pérdida de un ideal (ideal de amor, de familia, de… diferente y singular para cada caso). La terapia psicoanalítica le ayudará a sustituir lo perdido solucionando el problema que ha llevado a la persona a la depresión y secundariamente a desarrollar el cáncer.

Y si usted, que padece cáncer o que conoce a alguien que lo padece, cree que usted o su conocido no están deprimidos debe saber que frecuentemente la depresión se presenta de manera atípica, sin los síntomas clásicos de tristeza, llanto fácil o apatía e incapacidad de disfrutar de lo que antes le hacía feliz. Frases como “ya no sirvo para nada”, “soy una carga para mi familia” “soy un inútil”, que no son raras escuchar en los pacientes con cáncer, son frases que habitualmente dice una persona deprimida.

Este sería ejemplo de la utilidad de implementar la terapia analítica al tratamiento de las enfermedades físicas, pero en otras muchas también los factores psíquicos juegan un papel decisivo.

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